domingo, 8 de agosto de 2010

BLANCAMENTE

Como bien nos canta la voz gruesa y milagrosa de esta granadina ilustre, Amparo Sánchez, enfrentarse a una hoja en blanco causa vértigo, mezcla de la brisa fresca que provoca la libertad y el hedor que exhala la desorientación –bien lo sabemos los que estamos escribiendo las interminables Marie Curie-.



Sin embargo, cuando hemos arrugado todas las demás hojas, y reciclado el resultado, se produce una chispa fundamental: nada ni nadie puede obligarnos a tachar o borrar lo que ya no existe.

Consecuencia. Venzamos el nudo en el estómago, durmamos largo y tendido, tomémonos un vino con amigos, sintámonos relajados, chisposos y queridos y… tirémonos a la piscina.

Allá en el fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan. ¿Qué más quiere, que más quiere? ¡Átelo pronto a su muñeca, déjelo latir en libertad, imítelo anhelante. El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de su rubíes. Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa.

Instrucciones para dar cuerda al reloj, Julio Cortazar

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