jueves, 21 de julio de 2011

VERTIENTES



Una simple decisión en la vida, puede tener versiones completamente diferentes no ya por otros, sino por uno mismo. Dependiendo en lo que le demos importancia a las cosas. Por ejemplo, una puede tomar su decisión de comprar yogures basándose en su necesidad de calcio, en su observación de la nevera vacía –como nos cantaban los Ojos de Brujo- o en una apetencia innata. Las tres son explicaciones validas. Las tres han sido valoradas y evaluadas por uno mismo. Las tres justifican el mismo hecho. Creemos que tomamos una decisión basándonos en una de estas opciones, pero la realidad es que las decisiones suelen estar tomadas en base a una combinación -lineal- de todas las opciones posibles.

Con cosas algo más sofisticadas que los yogures –o no-, pasa exactamente lo mismo, una puede tomar cualquier decisión en su vida remilgándose en su capacidad de cuidarse a si misma o bien, en la necesidad física de sustitución, o, tal vez en el reconocimiento del impulso innato e incapaz de controlar. La excusa que elijamos es lo que nos tranquiliza o no en mayor o menor conciencia nuestro acto valiente, exacerbado o ruinoso. Cada uno tomamos como oficial la que nos define más en un momento dado, aunque eso pueda cambiar con el tiempo. En el fondo, si somos del todo honestos con nosotros mismos, nos daremos cuenta que somos capaces de justificarnos casi todo, esquivar lo que no queremos ver en un momento dado y ser estrictamente severos en otros. En realidad, deberíamos darnos permiso y aceptar que somos seres mucho más complejos como para actuar movidos por un solo resorte. Somos multitud de facetas en un solo recipiente.

Ella sembró en mi cabeza la idea de que la realidad no es sólo como se percibe en la superficie, también tiene una dimensión mágica, y si a uno se la antoja, es legítimo exagerarlo y ponerle color, para que el tránsito por esta vida no resulte tan aburrido.

Cuentos de Eva Luna. Isabel Allende.

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