domingo, 25 de enero de 2015

CAFÉ DILUÍDO



No se si os habéis parado a pensar, pero a mí, me resulta casi un milagro que seamos capaces de entendernos los unos a los otros. Existe una gran pérdida de información en los diversos procesos de la comunicación en las relaciones humanas que, aunque sorprendentemente avocarían a un desastre monumental, demuestra nuestra asombrosa capacidad de interpolar.

Cuando una persona quiere expresar un sentimiento y comunicárselo a otra, se desencadena un proceso como el que sigue. En primer lugar, uno tiene que introinspeccionarse o entenderse a sí mismo, averiguar cuales son los pensamientos que están provocando un determinado sentimiento, cual es el pensamiento volador instantáneo que nos hace sentir tristes, alegres, poderosos, acomplejados o emocionados.

Una vez entendido y detectado, hemos de hacer uso de nuestro vocabulario -muchas veces limitado- para poder ponerle nombre a ese pensamiento que nos ronda por al cabeza. El resultado en este paso ya es una aproximación vaga de lo que realmente es, simplemente porque nuestra capacidad de síntesis no suele estar a la altura de nuestro inconsciente.

En el momento de la comunicación, decidimos expresar ese sentimiento a una persona –cercana o no-, sin previa investigación sobre la similitud de su nivel de razonamiento, pensamiento e incluso de vocabulario.

Finalmente, cuando esa segunda persona recibe un torrente de vocablos con una gran cantidad de información disipada por el camino, ella debe interiorizarla y entender –de nuevo con palabras- qué es lo que provoca en su interior.

Después de la descripción de este proceso a lo cadáver exquisito o teléfono roto, ¿no es realmente increíble que seamos capaz de entendernos? ¿No será este sistema -nada aislado, amplificado aún más por las nuevas tecnologías- una de las causeas principales por las que las parejas discuten, los atentados ocurren, y los humanos estamos destinados a no entendernos? ¿No deberíamos dar siempre por sentado que hay una parte de la información que no vamos a ser capaces de dilucidar en cualquier conversación para ahorrarnos muchos quebraderos de cabeza? Y aún así… ¿Cuantos escritores o compositores han usado esa misma palabra incierta para tratar de reformular lo informulable, para describirnos con un enorme lujo de detalles recovecos con los que muchos luego nos hemos identificado, -o no-, es difícil saberlo?. Paradojas de la comunicación.

La incomunicación total, pensó Oliveira. No tanto que estemos solos, ya es sabido y no hay tu tía. Estar solo es en definitiva estar solo dentro de cierto plano en el que otras soledades podrían comunicarse con nosotros si la cosa fuera posible. 

Rayuela. Julio Cortázar

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